Nichiren y el Sutra del Loto
Desde que tenía doce años, Nichiren, hijo de un pescador, comenzó a estudiar los sutras, decidido a convertirse en “el hombre más sabio de todo Japón”. Nacido el 16 de febrero de 1222, vivió en una era de gran fermento religioso y conflicto político, en la que los señores feudales luchaban por obtener el poder y Japón estaba gobernado por los shogun. En esa época, el país padecía plagas, inestabilidad política, terremotos y la amenaza inminente de la invasión de los mongoles. A los dieciséis años, Nichiren fue ordenado como monje y emprendió un serio estudio comparado de las enseñanzas budistas -aparentemente contradictorias entre sí-, particularmente aquéllas de la secta Tendai, basadas en las enseñanzas del sabio chino T’ien T’ai ya mencionado. Nichiren también examinó las enseñanzas de la Tierra Pura y del Zen, que se habían difundido rápidamente durante el período de conflicto social que siguió a la decadencia de la aristocracia imperial y el surgimiento de la clase samurai. Las enseñanzas de la Tierra Pura (Nembutsu) se habían vuelto muy populares entre las personas comunes, mientras que el Zen era practicado por la clase samurai. Nichiren, no obstante, comprendió claramente que la mayoría de las personas seguían sin entrar en contacto con su naturaleza de Buda inherente y que, a pesar de aceptar esta idea en principio, carecían de la clave necesaria para activarla en sus vidas cotidianas.
Si bien Nichiren reconoció el gran logro de T’ien T’ai en clasificar los sutras y, en particular, en establecer como supremo al Sutra del Loto, se dio cuenta de que los métodos de meditación prescritos estaban más allá del alcance de las personas comunes. También notó que las vidas de los sacerdotes que se podían observar de las distintas sectas, desde los templos de Kioto hasta los monasterios del Monte Hiei, dejaban mucho que desear: eran corruptos, se habían degradado en su búsqueda de la fama y del beneficio personal y, eventualmente, buscaban el poder político y, por tanto, se habían alejado del pueblo. ¡No era de sorprender, entonces, que el budismo fuera incapaz de ayudar a las personas en encontrar la felicidad en sus vidas diarias!
El 28 de abril de 1253, Nichiren proclamó por primera vez Nam-myoho-renge-kyo como la única ley verdadera, oculta en las profundidades del Sutra del Loto. Visto desde un punto de vista formal, utilizó Myoho-renge-kyo (la forma japonesa de leer los caracteres del título del Sutra del Loto según la traducción de Kumarajiva del sánscrito al chino) para expresar el concepto de iluminación, añadiéndole el prefijo nam, que significa “devocionar a”. Pero desde una perspectiva más profunda, lo que Nichiren hizo fue hacer accesible a todas las personas la iluminación que había logrado Shakyamuni. Esto constituyó un avance enorme en la historia del budismo, además del comienzo de una revolución en el concepto mismo de la religión.
El budismo de Nichiren no requiere del renunciamiento o supresión de los deseos humanos. Esto representó un cambio fundamental de perspectiva frente a otras sectas, que seguían insistiendo en la extinción de los deseos mundanos para poder lograr una más alta sabiduría. Nichiren afirmó que la fuente de todo deseo es la vida misma; mientras existe la vida, instintivamente deseamos vivir, tener amor, buscar beneficios, etc. Debido a que el deseo surge del fondo más profundo de la vida, éste es virtualmente indestructible. Aún la búsqueda de la iluminación constituye una clase de deseo.
La civilización ha avanzado debido a los instintos y deseos de hombres y mujeres. La búsqueda de la riqueza ha producido crecimiento económico. La voluntad de desafiar al frío invierno llevó al desarrollo de las ciencias naturales. El amor, un deseo humano básico, inspiró la literatura.
No sólo podemos concretar nuestros deseos a medida que cambiamos desde nuestro interior, sino que también los deseos mismos se transforman, se purifican y se vuelven más elevados. Y estos deseos nuestros funcionan como combustible, impulsándonos hacia nuestra iluminación. Los seguidores de Nichiren invocan día y noche por sus deseos personales así como también por su propia iluminación y la paz de mundo. Este proceso de revolución humana -la transformación de los deseos- se encuentra íntimamente ligado a la transformación del medio ambiente. Los budistas trabajan incansablemente para traer paz y armonía a sus trabajos, familias y comunidades, mientras se esfuerzan tenazmente por manifestar la ley universal en su propio interior. No es necesario ir hasta la cima de una montaña: los practicantes del budismo escalan la montaña de la iluminación a través de su práctica realizada en sus propios hogares y lugares donde viven y actúan como personas comunes.
La práctica del budismo de Nichiren Daishonin dista mucho de ser una forma pasiva de meditación, sino que, en cambio, constituye la expresión dinámica de la mente y el espíritu. Los resultados se manifiestan en la propia vida de maneras tanto sutiles como también muy evidentes. En muchas formas de meditación, se hace difícil discernir si se está meditando correctamente o no, fácilmente se pierde el enfoque en la respiración, o el mantra utilizado. La mente puede distraerse fácilmente debido a las preocupaciones, fantasías y otro sinnúmero de pensamientos. En contraste, Nam-myoho-renge-kyo es un ritmo fuerte y poderoso que rápidamente se establece en nuestras vidas.
Puede resultar extraño al comienzo, pero es algo indudablemente concreto. Cualquiera puede comprobarlo y llevarlo a la práctica. Y cuando uno lo ha hecho, ya ha dado un paso significativo en el camino hacia la iluminación.
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