La iluminación del Buda
Hoy nos es prácticamente imposible saber con total certeza qué experimentó el Buda bajo aquel árbol hace más de dos mil quinientos años, pero basados en sus muchas enseñanzas que fueron transmitidas oralmente a sus primeros discípulos, lo que sí sabemos es que trascendió el estado de conciencia ordinario a un nivel en el cual se vio a sí mismo como uno con la vida del universo.
Al respecto, Daisaku Ikeda dice en su libro “El Buda Viviente”:
“Shakyamuni tuvo una clara visión de su propia vida en todas sus manifestaciones a lo largo del tiempo. Según la doctrina de la transmigración, la vida de los seres humanos no se encuentra limitada al presente. Shakyamuni, meditando bajo el árbol Bodhi, claramente recordó todas sus existencias anteriores una por una, y percibió que su existencia presente era parte de la inquebrantable cadena de vida, muerte y renacer sucesivos que habían venido ocurriendo desde interminables eones en el pasado.”
“Esto no era algo que le venía como si fuera una intuición ni lo percibía como un mero concepto o idea, sino que era un recuerdo claro y real, no diferente -aunque desde un plano muy distinto- de los eventos profundamente ocultos en los recovecos de nuestra mente y que, de pronto, recordamos cuando estamos en un estado de extrema tensión o concentración.”
Siddharta reconoció el verdadero aspecto de la realidad como impermanencia. ¿Pero qué significa esto?
Todas las cosas y fenómenos atraviesan por un constante cambio. La vida, la naturaleza y la sociedad nunca cesan en su cambio, ni siquiera por tan sólo un instante. En adición a esta comprensión de la impermanencia, Shakyamuni percibió la interrelación entre todo lo que existe. El universo y todo lo que contiene se encuentran en un flujo constante, surgiendo y cesando, apareciendo y desapareciendo, en un ciclo sin fin de cambio condicionado por la ley de causalidad: todo lo que existe está sujeto a la ley de causa y efecto; consecuentemente, nada puede existir independientemente de otras cosas. A este concepto budista de causalidad, también se lo conoce como “origen dependiente”. Shakyamuni despertó a la ley eterna de la vida que penetra el universo, a los aspectos místicos de la vida según los cuales todas las cosas y seres del universo se interrelacionan e influencian mutuamente en un interminable ciclo de nacimiento y muerte.
La esencia del despertar de Shakyamuni está contenida en el concepto de las Cuatro Nobles Verdades, que explica que (1) toda existencia es sufrimiento; (2) el sufrimiento es causado por el deseo egoísta; (3) la erradicación del deseo egoísta genera el cese del sufrimiento y nos posibilita alcanzar la iluminación; y (4) existe un camino por el cual esta erradicación puede ser lograda: el Óctuple Sendero.
Descartar la ignorancia y establecer una visión correcta constituyen los pilares de la práctica budista. Ellos son también la motivación que ha venido impulsando -desde Shakyamuni mismo- la búsqueda de un método o vehículo que conduzca al practicante a la cesación del sufrimiento y al logro de la felicidad absoluta. Todas las diversas escuelas y prácticas posteriores surgieron como resultado de ese esfuerzo en crear tal vehículo.
Durante el breve tiempo que siguió a su iluminación, Shakyamuni permaneció sentado bajo el árbol Bodhi en un estado de regocijo. Sin embargo, cuando regresó al mundo que lo rodeaba, comenzó a pensar en cómo transmitir su iluminación a los demás.
Así fue que transcurrió los cuarenta años siguientes de su existencia predicando a las personas bajo formas que mejor se adecuaran a la comprensión de cada uno.
En este sentido, vemos que la idea de un Budismo reservado sólo a hombres santos que meditan en la cima de las montañas es errónea: por el contrario, Shakyamuni jamás deseó que sus enseñanzas quedaran relegadas sólo a un grupo de practicantes en un monasterio. Toda su historia nos sugiere que, por el contrario, deseaba que sus enseñanzas se difundieran ampliamente y fueran adoptadas por los hombres y mujeres comunes. Sus lecciones fueron recopiladas en las así llamadas “ochenta y cuatro mil enseñanzas”, las cuales han sido interpretadas y reinterpretadas durante siglos. En realidad, el principal problema del budismo en estos miles de años no ha sido tanto lo que el Buda dijo sino cómo poner sus enseñanzas en práctica, cómo experimentar uno mismo la iluminación del Buda, cómo convertirse uno mismo en un Buda.
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