Existen hoy en día diversas escuelas de budismo. A medida que la filosofía budista lentamente se difundió a China, Tíbet, Tailandia y el sudeste asiático, fue proclive a absorber e influenciarse de las costumbres y creencias religiosas locales. El budismo que se expandió hacia Tíbet y China y, más tarde, hasta Corea y Japón, fue denominado Mahayana (Gran Vehículo). Aquél que lo hizo hacia el sur por todo el sureste asiático y Sri Lanka fue llamado Hinayana (Pequeño Vehículo, un término peyorativo otorgado por los mahayanistas). Las escuelas del Hinayana, basadas en las primeras enseñanzas de Shakyamuni, enfatizaron un muy estricto y detallado código de conducta tendiente a la propia salvación personal. En cambio, las escuelas del Mahayana enfatizaron la necesidad de abrirse compasivamente hacia todas las personas para que ellas pudieran alcanzar la iluminación, buscando un método práctico que pudiera servir como vehículo para que las grandes masas -por eso se llama “Gran Vehículo”- alcanzaran la budeidad.
La abundancia de diferentes escrituras budistas (sutras) y teorías llegó a ser fuente de grandes malentendidos y confusiones, particularmente en la China de los siglos I y II d.C. En aquel momento, los eruditos chinos poseían innumerables sutras del Hinayana como así del Mahayana. Perplejos por tan diversas enseñanzas, intentaron compararlos y clasificarlos.
Hacia el siglo V de nuestra era, la sistematización del canon budista estaba muy avanzada. En particular, un monje budista llamado Chih-i, más tarde conocido como el Gran Maestro T’ien T’ai, desarrolló un sistema definitivo conocido como “los cinco períodos y las ocho enseñanzas”. Basándose en su propia iluminación, el sistema de T’ien T’ai clasificó los sutras cronológicamente así como desde el punto de vista de su profundidad, determinando así que el Sutra del Loto, la última enseñanza que Shakyamuni impartió hacia el final de su vida, contenía la verdad última. T’ien T’ai enunció esta verdad como el principio de los “tres mil mundos en un sólo instante de la vida” (Ichinen Sanzen). Empleando una aproximación fenomenológica, describe el caleidoscopio de los estados mentales y emocionales a los cuales las personas están sujetas en todo momento de sus vidas. La teoría de los tres mil mundos en un sólo instante de la vida sostiene que todos los fenómenos del universo se encuentran contenidos en un sólo instante de la vida de un mortal común. De esta forma, el macrocosmos está contenido en el microcosmos.
Así, T’ien T’ai enunció que el Sutra del Loto era la única escritura que afirmaba que todas las personas, hombres o mujeres, buenos o malos, jóvenes o ancianos, poseemos el potencial de manifestar la budeidad durante la presente existencia.
Pero seguía pendiente de respuesta una pregunta crucial: ¿Cómo podían las personas comunes aplicar este principio en sus vidas? Con tal fin, T’ien T’ai implementó una rigurosa práctica consistente en observar la propia mente por medio de la meditación, ahondando cada vez más y más profundamente hasta aprehender esta verdad última de los tres mil mundos contenidos en un sólo instante de la vida. Desafortunadamente, este tipo de práctica sólo era viable para los monjes, quienes disponían de períodos indefinidos de tiempo durante los cuales podían dedicarse a meditar acerca del mensaje implícito en el Sutra del Loto y era casi imposible para las personas que debían trabajar para subsistir y tenían otras obligaciones que ocupaban sus vidas.
El pleno florecimiento del Budismo no sería alcanzado sino hasta que éste migrara a través de las rutas comerciales hacia el Japón, y no sería tan ampliamente practicado hoy día si no fuera por el increíble coraje y comprensión de un monje japonés del siglo XIII llamado Nichiren, quien colocó al Sutra del Loto en el centro de sus enseñanzas de forma que impactara de manera directa en las personas y sus vidas cotidianas.
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