Tuesday, April 7, 2009
El movimiento de la SGI
Publicado en Buddhist Peacework--Creating Culture of Peace (Esfuerzos budistas por la paz: La creación de una cultura de paz), Wisdom Publications, Boston, Hace apenas un cuarto de siglo, en 1974, realicé mi primera visita a la China. Una niña me preguntó: "¿Por que vino hasta aquí?". Yo le respondí: "Vine hasta aquí para conocerte". Unos tres meses después, durante mi primera visita a la Unión Soviética, el premier Alexei N. Kosygin me preguntó cuál era mi ideología básica. Le respondí: "Nuestro compromiso está puesto en los valores de la paz y la cultura, cuya base fundamental es el humanismo". La construcción de una cultura de paz En total, he visitado 54 países. He llegado a comprender que, más allá de las diferencias en los puntos de vista o en las ideologías, si las personas comparten un propósito en común de trabajar por la felicidad y la paz duradera de toda la humanidad, podremos, sin falta, llegar a comprender a los demás como seres humanos y abrir las puertas hacia un lazo de solidaridad basados en la amistad y en la confianza. En la época en que propuse normalizar las relaciones diplomáticas entre la China y el Japón, en septiembre de 1968, la Revolución Cultural estaba en auge, y el conflicto chino-soviético se estaba agravando. Mientras tanto, dentro del Japón, se acrecentaba el temor a una "amenaza china". En resumen, no se trataba de una atmósfera en la cual se podía comenzar a hablar fácilmente de amistad con la China. No obstante, insté a promover la amistad con la China con el espíritu de pesar por el hecho histórico de que —aunque el Japón le debe mucho de su cultura a la China— los militares japoneses invadieron la China y provocaron un sufrimiento infernal a ese pueblo. También me motivó la convicción de que es imposible construir la paz en Asia ignorando a los 700 millones de ciudadanos de la China. Tal como lo esperaba, fui objeto de grandes críticas. La gente preguntaba por qué un líder religioso estaba "coqueteando con los comunistas". Fui objeto de amenazas personales. Tres meses después de esa visita a la China, fui a la Unión Soviética para confirmar las intenciones de los líderes de Rusia con respecto a la China, y otros tres meses después, regresé a la China para explicar lo que me habían dicho. Una vez más, fui ridiculizado por viajar a los países comunistas. A pesar de las críticas, mi postura como budista es ver siempre las cosas desde el punto de vista del respeto y la confianza en los demás seres humanos. Creo que el entendimiento mutuo es siempre posible cuando entablamos diálogos desde el común denominador que nos une, que todos somos seres humanos. Este fue espíritu que originó mi diplomacia ciudadana, y fue el mismo espíritu que motivó mi visita a Cuba en junio de 1996. La práctica del budismo tiene sus bases en el amor compasivo. En japonés, el término "amor compasivo" se escribe con dos caracteres chinos: ji y hi. Ji corresonde a metta en pali y a maitri en sánscrito, y transmite el significado de la "verdadera amistad", mientras que hi representa karuna en ambos idiomas, y significa "empatía" o "sentimiento compartido". Así, en el budismo, jihi o "amor compasivo" implica la sublime empresa de compartir el sufrimiento de los demás desde la postura de que todos somos seres humanos, y de crear una expansiva red de amistad y confianza genuinas. En el amor compasivo de Shakyamuni —cualidad que la tradición Mahayana elabora y destaca bajo el concepto de "Camino del Bodhisattva"—, percibo un humanismo profundo e inquebrantable. La SGI es una organización dedicada a desarrollar actividades en las áreas de la paz, la cultura y la educación basadas en este humanismo budista. La revolución humana El fundamento del espíritu budista es un máximo respeto por todas las formas de vida, que percibe una incomparablemente valiosa "naturaleza de buda", que yace inherentemente no sólo en los eres humanos, sino en todos los seres vivos. En el Sutra del loto, la escritura budista más conocida, respetada e influyente entre los pueblos de Asia, Shakyamuni esclarece "la única gran razón" por la que el Buda aparece en este mundo. En el capítulo "Medios hábiles" (Hoben), explica que su misión como buda es abrir las puertas de la sabiduría de buda a todos los seres y cumplir su juramento de conducir a todos los seres a su mismo estado de vida iluminado. Nichiren, quien nació en el Japón en el siglo XIII y estableció un budismo accesible y popular, buscaba hacer realidad este mismo compromiso y permitir a todas las personas abrir por sí mismas las puertas de la sabiduría de buda. Los miembros de la SGI siguen las enseñanzas de Nichiren y recitan la frase Nam-myoho-renge-kyo, que deriva del título (daimoku) del Sutra del loto, al Gohonzon (o mandala) inscrito por Nichiren. A través de esta práctica, los miembros de la SGI se esfuerzan por revelar su propia naturaleza de buda y hacer surgir un estado de vida de felicidad suprema que perdure por toda la eternidad. Este proceso se denomina "revolución humana". Aunque la forma en que se realizan las actividades de la SGI varían según cada país, y de acuerdo con la cultura y otras condiciones, la siguiente descripción de actividades puede considerarse típica. El principal escenario que tienen los miembros de la SGI para alentar y aprender los unos de los otros es la llamada "reunión de diálogo", un encuentro asiduo (por lo general, mensual) de miembros, amigos y vecinos. No es un encuentro unilateral donde un sacerdote predica a los laicos, ni es una reunión masiva de personas anónimas. Es un ambiente en el que cada participante puede asumir un rol central. La función básica de la reunión de diálogo es permitir que los participantes se apoyen los unos a los otros en su desarrollo y en la transformación de sus vidas. Desde que la Soka Gakkai fue fundada, en 1930, la reunión de diálogo ha sido su actividad central. Estas reuniones son llevadas a cabo por grupos locales, que determinan el contenido de ese encuentro. Y si bien puede haber presentaciones sobre los principios del budismo u otras actividades, las reuniones siempre giran en torno a las experiencias de los miembros en la fe. El estudio más formal y profundo de los principios budistas se realiza en reuniones separadas. Pero la esencia de las reuniones de diálogo se revela en el nombre que inicialmente se le dio a este tipo de encuentro en la época del presidente fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi: reunión de diálogo que brinda pruebas concretas de la validez que tiene una vida dedicada al gran bien. La primera característica importante de la reunión de diálogo es que, con base en las experiencias de los miembros, proporciona un vínculo entre la motivación interior y lo compartido. Un miembro que relata su experiencia de fe no está describiendo los conocimientos que le impartieron otros, está narrando una experiencia real que surge de su interior, el resultado de un esfuerzo automotivado de reforma interior. Mediante una sucesión de testimonios, los miembros pueden alabar y alentar los esfuerzos de los demás, además de desarrollar un sentido compartido de confianza y fortalecimiento. A través de esta experiencia, tanto el oyente como el narrador pueden profundizar su convicción en la fe. La segunda característica importante de la reunión de diálogo es el espíritu igualitario. Durante una reunión de diálogo, los conceptos como posición social, situación o ventaja personal son irrelevantes. La reunión de diálogo corporifica la cooperación entre los seres humanos sobre una base igualitaria. En tal sentido, es un manantial de democracia, un oasis para el corazón, donde los participantes recargan su fuerza vital y aplacan su sed espiritual. La poderosa naturaleza de buda que emerge de la combinación de entonar daimoku y de la inspiración mutua que se logra participando en las reuniones de diálogo, permite a cada persona generar valor en forma de belleza, beneficio y bien. De hecho, la palabra "soka", de Soka Gakkai, significa "creación de valor". La obra Profundo significado del "Sutra del loto" (Hokke Gengi) afirma: "No existe ningún asunto de la vida o del trabajo que contradiga la realidad suprema en ningún sentido".[1] Cada aspecto de la vida individual —los desafíos del trabajo, la familia, los estudios, la salud, las finanzas, las relaciones, etc.— brindan una oportunidad para crear valor y manifestar la propia naturaleza de buda, así como la posibilidad de experimentar una prueba concreta de la práctica en forma de una mejora y un crecimiento material o espiritual. Las experiencias de pruebas concretas constituyen el contenido de los testimonios de los miembros en las reuniones de diálogo. Las reuniones de diálogo, fundamentadas en el diálogo y en la igualdad, son una excelente oportunidad para construir una cultura de paz. Responsabilidad, amor compasivo y sabiduría En su obra Abolishing War (La abolición de la guerra), Elise Boulding define "cultura de paz" de la siguiente manera: "Un mosaico de identidades, actitudes, valores, creencias y patrones que llevan a las personas a vivir nutriéndose unas de otras y de la tierra misma sin la ayuda de los diferentes poderes estructurados, para abordar las diferencias en forma creativa y compartir los recursos". [2] El capítulo "La parábola de las hierbas medicinales" (Yakusoyu), del Sutra del loto, contiene una descripción poética de lo que significa "cultura de paz". La parábola describe una gran cantidad de plantas que son regadas por una nube que envuelve la Tierra: "Aun cuando estas plantas y árboles crezcan todas en un mismo suelo y reciban humedad de la misma lluvia, hay muchas diferencias entre ellas". [3] En términos del budismo, esta imagen describe de qué manera las personas pueden beneficiarse de la ley budista, que es imparcial, y, al igual que las tres clases de hierbas medicinales y las dos clases de árboles, pueden lograr un estado de iluminación que expresa su característica más esencial y su individualidad. Esta imagen resuena con la visión de la cultura de paz definida por Elise Boulding. Aquí, los beneficios del Sol y de la lluvia describen la igualdad de todos los seres en el cielo, mientras que la tierra que sostiene las plantas se refiere a la igualdad en la Tierra. En el budismo, esto representa el camino verdadero de la cultura, donde respetamos las diferencias del otro y celebramos nuestra diversidad y, de la misma manera, compartimos los beneficios de la Tierra y del firmamento, que sustentan la vida. El propósito de la SGI es aplicar una filosofía de humanismo, arraigada en el respeto por la dignidad de la vida, en los campos de la paz, la cultura y la educación. De esta manera, buscamos forjar una cultura de paz definitiva y universal. Estos tres ámbitos corresponden al concepto budista de las "tres virtudes", que son las cualidades inherentes a la humanidad, que Nichiren identificó como las más dignas de respeto: el sentido de responsabilidad, amor compasivo y sabiduría. La primera de estas tres virtudes, el sentido de responsabilidad, se refiere a la responsabilidad de proteger el derecho a la vida, compartido por la humanidad y por todos los seres vivos. Es la decisión tenaz de trabajar para la creación de la paz. Nichiren habló sobre su propia decisión de "obstruir el camino que conduce al infierno del sufrimiento incesante", [4] En 1957, mi maestro, Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai, emitió una declaración para la abolición de las armas nucleares y encomendó a los miembros de la División de Jóvenes la tarea de implementar este deseo. "Las armas nucleares", afirmó, "son un enemigo de la humanidad; el uso de esos elementos –un acto que negaría a la humanidad su derecho fundamental a existir– debía ser juzgado como un ‘mal absoluto’". [5] Esta declaración fue realizada en plena Guerra Fría, y fue un clamor por la paz basado en el espíritu budista del respeto a la vida. Encendió una ola de reacciones en toda la sociedad. La propuesta de paz de mi mentor es la fuente de las actividades que la SGI realiza en bien de la paz, que han llegado a ser una serie de movimientos que promueven la paz entre la humanidad y protegen el medio ambiente (de esta manera, hacen realidad la coexistencia pacífica con el entorno natural). También he tenido como objetivo el que los principios de mi maestro se implementen en el ámbito académico, y por eso fundé el Instituto Toda para la Investigación sobre la Paz Global. La SGI ha venido apoyando firmemente a las Naciones Unidas como "parlamento de la humanidad", y ha cooperado con el Departamento de Información Pública de la ONU en la organización de la muestra "Armas nucleares: Una amenaza para nuestro mundo", que tiene como fin exponer los peligros de las armas nucleares; esta exposición ya se ha presentado en 18 ciudades de 15 países del mundo. Hemos organizado, en forma conjunta con el Departamento de Asuntos de Desarme, de la ONU, la exposición "La guerra y la paz", que también aborda los problemas ambientales y se ha presentado en todo el mundo. La Soka Gakkai del Japón ha organizado la muestra "Exposición sobre el medio ambiente: Ecoaid". Nuestros esfuerzos por apoyar la educación sobre los derechos humanos incluyen la exposición "Hacia el siglo de la humanidad: Derechos humanos en el mundo de hoy" y, junto al Centro Simon Wiesenthal, hemos realizado la muestra "El coraje de recordar: Ana Frank y el holocausto". Además, la SGI organiza campañas de recaudación de fondos para los refugiados y tiene un proyecto médico en Nepal, donde médicos voluntarios de la Soka Gakkai trabajan en campos de refugiados. Asimismo, la SGI del Brasil colabora con la investigación y reforestación del bosque tropical del Amazonas, en conjunto con ONG dedicadas al tema del medio ambiente, promoviendo proyectos para prevenir la deforestación y la desertización. Yo mismo he venido redactando propuestas de paz desde 1978, para conmemorar cada "Día de la SGI" (26 de enero) con el propósito de promover el ideal de las Naciones Unidas e instar a una reforma de los organismos de la ONU para expandir el rol de las ONG. Un tema constante en esas propuestas, escritas desde una perspectiva budista, es la abolición de la guerra. Con respecto a la segunda virtud, el amor compasivo, es la inspiración para forjar el futuro. Al cultivar los sentimientos interiores del ser humano, podemos nutrir las cualidades positivas, como la empatía, la confianza y la amistad, y hacer florecer los fragantes y singulares capullos de cada cultura. Es fundamental para el futuro de la humanidad que aprendamos a respetar las diferencias y peculiaridades de los demás, a sentir empatía por los otros y a aprender de ellos. Confío en que esto abrirá el camino hacia una nueva cultura global para todos los seres humanos. Para que todos los pueblos del mundo tengan la oportunidad de aprender de otras culturas, he creado instituciones como la Asociación de Conciertos Min-On, el Museo de Bellas Artes Fuji, el Museo de Bellas Artes Fuji de Tokio y la Casa de Literatura Víctor Hugo. La SGI también patrocina a delegaciones de intercambio cultural que viajan a los diferentes países del mundo para que las personas puedan aprender de otras culturas. Llevamos a cabo festivales culturales en diversos países, donde creamos oportunidades para que las expresiones culturales de los diferentes pueblos compartan un mismo escenario. Asimismo, he fundado el Centro Bostoniano de Investigaciones para el Siglo XXI y el Instituto de Filosofía Oriental para promover el diálogo y el intercambio entre civilizaciones y para realizar investigaciones sobre las religiones, las ideologías y las filosofías del mundo. El tercer ámbito es la educación, y corresponde a la tercera virtud, la sabiduría. El presidente Makiguchi escribió que el propósito de la educación es la felicidad de los hombres. Él abogaba por una "educación creadora de valor" que permitiera a todas las personas desarrollar la sabiduría infinita inherente a ellas. En un esfuerzo por presentar en todos los ámbitos posibles del mundo la teoría de la pedagogía de creación de valor expuesta por Makiguchi, he establecido el sistema educativo Soka: Las escuelas Soka de segunda enseñanza elemental y superior, la Universidad Soka y la Universidad Soka de los Estados Unidos, así como jardines de infantes Soka en Hong Kong, Singapur y Malasia. Las teorías del señor Makiguchi están atrayendo la atención de gran cantidad de países, en especial del Brasil, la India y los Estados Unidos, y están dando frutos en forma gradual. La División de Educadores de la Soka Gakkai ha organizado sesiones de asesoramiento en que los educadores experimentados brindan su tiempo a los estudiantes y padres en forma voluntaria, y realizan encuentros donde los maestros pueden compartir y aprender de las experiencias de los demás. Al mismo tiempo, en cooperación con las Naciones Unidas, la SGI ha organizado la exposición "El UNICEF y los niños del mundo" y la muestra "El arte de los niños del mundo", que han recorrido el globo. Las actividades en los campos de la paz, la cultura y la educación sintetizadas anteriormente son ejemplos de los esfuerzos que realiza la SGI para dar forma concreta a las virtudes de la responsabilidad, el amor compasivo y la sabiduría, que constituyen el contenido real del humanismo arraigado en el respeto por la vida. Competencia humanística A principios del siglo veinte (1903), el presidente Makiguchi publicó su libro Geografía de la vida humana (Jinsei Chirigaku), que promovía firmemente una transformación hacia la competencia humanística en una época en que el imperialismo y el colonialismo eran la modalidad predominante en las relaciones internacionales. Analizó la competencia entre las naciones y la dividió en las siguientes fases: competencia militar, competencia política, competencia económica y competencia humanitaria. Enfatizó que el propósito de la humanidad debe ser la competencia humanitaria. En resumen, dijo que el ser humano necesita reemplazar la competencia antagónica tanto en la esfera militar, como en la política y la económica por la competencia cooperativa del humanismo. La competencia cooperativa, escribió, es un proceso a través del cual, al trabajar en bien de los demás, es posible beneficiarse incluso aunque otros se beneficien. La cooperación entre uno y los demás, basada en el respeto mutuo, es el camino del amor compasivo. Con frecuencia, he instado a competir con los demás en la forja de ciudadanos del mundo, como un modo de competencia humanística. Cuando digo "ciudadanos del mundo", me refiero a personas que, a pesar de estar arraigadas en sus propias tradiciones culturales, dedican los frutos de esa cultura a la causa de una paz duradera para la humanidad. Desde el punto de vista del budismo, esas personas se consideran bodhisattvas. Mi sueño es ver que todas las tradiciones religiosas y culturales del mundo generen una corriente continua de ciudadanos del mundo que compitan entre sí para contribuir a la paz del mundo. El bodhisattva, como ciudadano del mundo, es una persona que constantemente desafía su propio egoísmo y se embarca en el camino de transformar lo que el budismo denomina impulsos engañosos (representados por los tres venenos de la furia, la codicia y la estupidez) en iluminación. Los bodhisattvas, que se rehúsan a quedar inmersos en el consumismo y en el materialismo de la sociedad contemporánea, abrazan el noble espíritu de trabajar por los demás y juran hacer de ésta su misión en la vida. Este proceso pone en marcha un cambio fundamental en el rumbo de la vida —partiendo del egoísmo para llegar al deseo de crear felicidad para uno y para los demás. Creo que todas las religiones deben promover, de acuerdo con sus propios métodos, esta clase de cambio fundamental en la vida: pasar del materialismo contemporáneo a una cultura sumamente espiritual y humanista. Quisiera sugerir que las reuniones de diálogo de la SGI, al brindar la oportunidad de iluminarse en forma mutua, sirvan como ejemplo de esto. Finalmente, deseo profundamente que las religiones del mundo utilicen el diálogo y el intercambio para resolver la miríada de problemas que amenazan la supervivencia de la humanidad, y pongan énfasis en la armonía y la cooperación con el fin de crear una cultura de paz. Por supuesto, cada cultura y tradición religiosa tiene sus propias características y prácticas. Esto hace que sea natural que cada tradición respete las diferencias de los demás, pero es también fundamental que busquemos los puntos que tenemos en común como seres humanos, que busquemos la universalidad. Es vital que juntos esclarezcamos la ética humana fundamental, cuyos elementos incluirían el amor hacia la humanidad, el respeto por todas las formas de vida, la no violencia y el amor compasivo, así como modalidades de coexistencia mutualmente beneficiosas con la naturaleza. Mi mayor deseo es que cada religión pueda basar sus acciones en lo que tenemos en común, que todos somos seres humanos, y recalcar, por sobre todo, la cooperación creativa en nuestra búsqueda por resolver los graves problemas que enfrenta nuestro mundo. De esta manera, con respeto mutuo y aprendiendo de los demás, podremos trabajar por la supervivencia de la raza humana. Daisaku Ikeda
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