La fe y la oración son usinas que ponen en marcha nuestro esfuerzo. Pero el esfuerzo es algo que nosotros mismos debemos hacer. Para cobrar el sueldo, uno primero tiene que trabajar. Del mismo modo, dentro de esta filosofía, las oraciones se concretan en la misma medida en que uno se esfuerza por hacer feliz a todas las personas, que es el deseo del Buda. El Gohonzon, la Ley Mística, no tiene ninguna «obligación» de responder nuestras oraciones, porque no nos ha «pedido» que hagamos daimoku frente a él. Somos nosotros los que determinamos merecer el privilegio de orar al Gohonzon. Si sentimos gratitud por esta fortuna, nuestras oraciones se concretarán mucho más rápidamente. La fe es el secreto del desarrollo personal ilimitado. La fe es el principio más elemental del crecimiento, es poseer sólidas convicciones y un profundo enfoque hacia la vida. Religión es aquello que busca enseñar los fundamentos sobre la vida y el universo. Sólo el hombre tiene capacidad de orar, acto de profunda solemnidad y de carácter sublime.
Las personas instintivamente ansían protección para sí mismos y para sus seres queridos. Cuando este deseo se concentra con intensidad extraordinaria, se convierte en una oración. No a nivel lógico ni intelectual, la oración trasciende ambos planos. No es que la oración surgió a raíz de la religión, sino a la inversa.
Hacer daimoku al Gohonzon, fusiona directamente todas nuestras oraciones diversas con la realidad, basadas en la ley universal de la vida.
El gongyo es una actividad diaria en la cual preparamos nuestra mente y nuestro corazón. Es poner en marcha el «motor». La fuerza de nuestra «usina» afecta drásticamente los resultados que obtenemos en el curso de la vida. La diferencia puede ser increíble.
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