Monday, March 30, 2009

LA PRÁCTICA

La práctica

Cuando miramos a un cisne, parece que éste nadara sin esfuerzo, pero, bajo el agua, fuera de nuestra vista, sus patas reman incesantemente. De manera similar, el practicante budista posee una práctica diaria vigorosa que, si bien no carece de esfuerzo, facilita que las cosas salgan bien en su vida cotidiana, le permite encarar las dificultades de la vida con ecuanimidad y equilibrio. La iluminación o conciencia de la verdad universal que yace debajo de todo fenómeno, hace emerger los aspectos más nobles y elevados de la vida de un ser humano.

¿Cuál es esa práctica correcta del budismo que nos conduce a la iluminación?

Además de la sinfonía de cambios que se produce en el mundo que nos rodea, nuestra propia vida cambia momento a momento. Hasta la silla en la que estamos sentados está cambiando a nivel molecular, a pesar de que estos cambios sean imperceptibles para nosotros a simple vista. Este constante cambio o fluctuación -expresado bajo el concepto budista de “impermanencia”, es lo que origina el sufrimiento fundamental de la existencia humana. Tan sólo ocasionalmente, en ese flujo del diario vivir, quizás tan sólo por un fugaz momento, percibimos el ritmo subyacente, como una pulsación o zumbido, que todas las cosas poseen. Tales momentos de toma de conciencia y realización ocurren frecuentemente luego de experimentar una extraordinaria belleza y tranquilidad, por ejemplo, contemplando un bello paisaje. Ese momento también puede ocurrir en una situación límite, tal vez escalando una montaña, interpretando un difícil concierto o atajando un penal en un partido de fútbol. Cuando esto sucede, nos sentimos como si estuviéramos en un territorio especial, en la cual tanto el impredecible mundo exterior como nuestro turbulento mundo exterior emergen, el tiempo se suspende y de pronto sentimos que no hay nada que debamos hacer.

Pero... ¿cómo hacer que estos momentos surjan a nuestra voluntad? ¿Cómo podemos conectarnos con esta fuente de energía y sabiduría para que nuestras vidas y la vida del universo vibren con la misma magnífica armonía?

El maestro budista Nichiren, quien vivió en el siglo XIII, definió a este ritmo, este pulso subyacente de la vida, como Nam-myoho-renge-kyo. Nam-myoho-renge-kyo hace posible a cualquier persona tomar contacto con este ilimitado potencial, la más alta condición de vida, cada vez que lo desee. Denominamos a este estado elevado de vida la Budeidad. En los escritos de Nichiren Daishonin, la iluminación no es solamente una finalidad remota, una meta casi imposible de alcanzar que debemos perseguir vida tras vida sino que, en cambio, es una cualidad inherente, presente siempre en toda vida, sólo aguardando ser despertada en cualquier momento.

Según esta enseñanza budista, cada uno de nosotros posee el potencial de ser feliz. Es en nuestro interior que se encuentra la capacidad de vivir con coraje, de construir relaciones personales plenas y satisfactorias, de disfrutar de buena salud, de sentir misericordia por los demás y de enfrentar y resolver nuestros más profundos problemas. Para vivir esta vida de triunfo, el individuo debe atravesar por una transformación interior. Este proceso involucra la transformación misma de nuestra personalidad, lo que llamamos “revolución humana”.

Imaginemos la siguiente situación: Tal vez usted no se siente apreciado en su empleo. Puede que su jefe sea agresivo o, por el contrario, hasta lo ignore por completo. Luego de un tiempo, usted desarrolla una carga sobre sus espaldas. A pesar de que crea ser un experto en disimular sus negatividades, de vez en cuando no puede ocultarlas. Puede que sus compañeros de trabajo o hasta el mismo jefe perciban que usted no está plenamente comprometido con su tarea, o tal vez sientan que usted tiene un problema de actitud. Por supuesto, puede que existan infinidad de justificaciones para que tener esa actitud, todas ellas “válidas”... pero cualquiera que fuera la razón, usted pierde oportunidades de avance por culpa de sus malas relaciones personales. Esta es una situación muy frecuente en el medio ambiente laboral de hoy en día.

Pero supongamos que comienza a trabajar sobre una nueva actitud que no es solamente un mero ajuste mental sino toda una visión proveniente de un profundo sentido de vitalidad, confianza y misericordia. Su misericordia lo lleva a sentir simpatía por la situación de su jefe. Armado de la comprensión, comienza a tratar a su jefe de manera diferente, ofreciéndole su apoyo y, sintiéndose paralelamente, menos y menos desanimado frente a cualquier negatividad que él pueda mostrar hacia usted. Y su jefe comienza a verlo bajo una nueva luz. Las oportunidades comienzan a aparecer.

Obviamente, éste es un ejemplo muy simple, pero vivir cada día de esta manera requiere un cambio fundamental del propio corazón. Una vez que logramos este cambio, como si fuera una reacción en cadena, podemos obtener un impacto positivo continuo sobre la gente que nos rodea. El catalizador para experimentar esta revolución interior es la práctica del budismo tal cual la enseñó Nichiren, quien afirmó que se pueden alcanzar estos resultados de manera sencilla tan sólo invocando Nam-myoho-renge-kyo.

La práctica básica budista establecida por Nichiren, consiste en invocar la frase Nam-myoho-renge-kyo al Gohonzon, un pergamino inscripto con caracteres chinos y sánscritos. Invocamos Nam-myoho-renge-kyo para lograr la iluminación, por supuesto; pero también lo invocamos con el fin de alcanzar la felicidad, el crecimiento personal, mejorar nuestra salud o bien, de lograr metas mundanas tales como la situación laboral recién descrita. De hecho, invocamos por cualquier cosa que queramos: por un trabajo mejor, o por triunfar en el que ya tenemos. O por tener una pareja, o por mejorar y profundizar la relación que ya poseemos. Podemos invocar para salir de la depresión, o para dejar de tener sentimientos de desesperanza. De hecho, la mayor parte de los budistas invocan diariamente por una cantidad de cosas, desde mejorar su propio carácter a tener un medio ambiente más propicio. Pero siempre, la oración budista está dirigida a manifestar la budeidad inherente, el más elevado estado de vida. ¿Cómo llegó Nichiren a descubrir esta fórmula tan concreta y eficaz para conseguir nuestros sueños?

Al igual que Shakyamuni antes que él, Nichiren deseaba conducir a las personas hacia la iluminación. En muchas escuelas de budismo, la iluminación parece ser algo remoto y el proceso de alcanzarla es sobrehumano, algo que sólo puede ser logrado luego de varias vidas de pacientes esfuerzos. Las prácticas tradicionales incluían severas austeridades, dietas y cambios en los estilos de vida. A lo largo de la historia, los practicantes budistas se han retirado de la vida mundana a los bosques, montañas y monasterios. Pero, hoy en día, abandonar el trabajo y la rutina diaria para asistir a un prolongado retiro no constituye una opción para la mayoría de nosotros. Ni tampoco es práctico para la mayor parte de las personas el dedicar largos períodos a la vida monástica, viajar a India, por ejemplo, una o dos veces al año. Nichiren, en el siglo XIII, halló una manera de acortar este camino. 

No comments:

Post a Comment